viernes, febrero 23, 2007

Consideraciones del Transantiago


Los dos grandes defectos que tenía el sistema de transporte público que dejo de funcionar hace casi una semana, ambos heredados de la total liberalización de este sistema implementada en los años 80, eran por una parte el alto nivel de involucramiento de los choferes, quienes decidían quién/cuándo/dónde y cómo sube y baja a cada micro, con las innegables consecuencias de mal servicio e inseguridad que esto implicaba; y en segundo lugar la forma de organización de los antiguos dueños, los que actuando mafiosamente, o como cartel para ponerlo en términos económicos, operaban a costos bajísimos y con una tarifa demasiado alta, lo que finalmente redundaba en que fuéramos los usuarios con nuestro tiempo y seguridad quienes terminábamos subsidiando el sistema.

El principal y gran legado de la implementación del nuevo sistema, mejor conocido como Transantiago, pasa por haber roto ambos fenómenos, aunque sea a medias debido a que los otrora dueños de la calle todavía poseen el 40% de la responsabilidad sobre el sistema. La gran diferencia es que ahora el gobierno posee las herramientas legales y económicas como para sancionar y en el peor de los casos desvincularlos en la medida que no cumplan con ciertos parámetros de eficiencia.

Todos los problemas técnicos relacionados con la estimación de frecuencias y flotas, y con los diseños de los recorridos, sin duda que deben solucionarse y de la forma más rápida y expedita posible, sin embargo, lo realmente importante en este momento es que desde la base que significa esta forma distinta de organizar el transporte público, donde el Estado vuelve a jugar un rol regulador más en serio después de casi 30 años, es que esta medida efectivamente logre su objetivo declarado que es darle prioridad al Transporte Público. Y eso NO va a pasar si a 5 días de su implementación, el facilismo nos lleva a decir que está todo malo, que se vayan todos y que vuelvan los de siempre, o peor aún: no proponer nada.

Darle prioridad al Transporte Público no es un objetivo antojadizo, ni siquiera es un objetivo populista, de lo contrario durante estos años hubiéramos presenciado la compra de nuevos buses y la inauguración de más infraestructura para ellos, antes que la construcción de más y más autopistas urbanas, por ejemplo. Priorizar el transporte público por sobre el transporte privado significa asumir tácitamente que el óptimo social está por sobre el óptimo individual, es decir, que las decisiones que cada individuo toma de manera personal, sin considerar los costos que estas implican para el resto (en este caso contaminación y congestión principalmente), no necesariamente llevan a una sociedad que esté en mejores condiciones.

Lo que nos debe convocar en este momento es por una parte celebrar el fin de una dinámica mafiosa, insegura e ineficiente de desarrollar esta actividad, y por otra exigir que la modernización del transporte público se siga desarrollando de manera adecuada, construyendo toda la infraestructura y realizando todas las medidas de gestión necesarias para que los buses, de una vez por todas, sean una alternativa real frente al automóvil, de lo contrario, el caos generado con la errática puesta en marcha de Transantiago y el costo que ha significado para buena parte de la población, serán en vano puesto que nos seguiremos llenando de autos, tacos y humo, y el óptimo de algunos individuos se seguirá imponiendo sobre la calidad de vida de todo el resto.

by Rodrigo Henríquez